A pesar de la fuerte oposición de grupos ambientalistas y la falta de consenso entre los países miembros, la Comisión Europea ha decidido renovar por diez años más la autorización del uso del herbicida glifosato en la Unión Europea.
Decisión sin consenso, pero con condiciones
La renovación se produjo luego de que los 27 Estados miembros no lograran una mayoría cualificada ni a favor ni en contra durante una votación clave en el comité de apelación. Ante este estancamiento, la Comisión optó por validar su propuesta, aunque introdujo nuevas restricciones.
El glifosato es uno de los herbicidas más utilizados en el mundo, y su aprobación en el mercado europeo estaba por expirar a mediados de diciembre. No obstante, su uso ha generado una fuerte resistencia por parte de organizaciones ambientalistas, que cuestionan su impacto sobre la biodiversidad y la salud humana.
“No podemos poner en riesgo la biodiversidad ni la salud pública de esta manera”, advirtió Bas Eickhout, vicepresidente de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo.

Una historia de litigios y polémica
Comercializado desde 1974 por Monsanto —actualmente parte de Bayer— bajo marcas como Roundup, el glifosato ha estado en el centro de un intenso debate durante más de una década.
Bayer, que adquirió Monsanto en 2018 por 63.000 millones de dólares, ha enfrentado miles de demandas por los supuestos efectos cancerígenos del producto. En 2020, la empresa acordó pagar hasta 10.900 millones de dólares para resolver cerca de 125.000 reclamos. Más recientemente, un jurado en California otorgó 332 millones de dólares a un hombre que atribuyó su cáncer al uso prolongado del herbicida.
Ciencia dividida, decisiones políticas
En 2015, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), parte de la Organización Mundial de la Salud, clasificó al glifosato como “probablemente cancerígeno para los humanos”. Sin embargo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) concluyó en julio de este año que no existen motivos significativos de preocupación que impidan su reautorización.
Esto abrió la puerta a su extensión, aunque la falta de respaldo político complicó el proceso. Para aprobar formalmente la propuesta se requería una mayoría cualificada: al menos el 55% de los países miembros, representando el 65% de la población de la UE. Al no alcanzarse, la Comisión tuvo la última palabra.

Críticas a la Comisión Europea
La renovación no tardó en generar reacciones. Pascal Canfin, presidente de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo, criticó duramente a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
“Von der Leyen está imponiendo la renovación del glifosato por una década sin contar con mayoría, cuando las tres principales potencias agrícolas del continente —Francia, Alemania e Italia— no apoyaron esta medida. Es profundamente lamentable”
Escribió en X (antes Twitter).
¿Hacia dónde va Europa con el glifosato?
La decisión de renovar el glifosato por diez años más deja en evidencia las tensiones entre los avances científicos, los intereses económicos y las demandas sociales por mayor sostenibilidad. Aunque se han impuesto ciertas restricciones, la reautorización plantea dudas sobre el rumbo de la política ambiental europea.
El debate sigue abierto: ¿hasta qué punto es aceptable el uso de sustancias cuya seguridad sigue siendo cuestionada por una parte de la comunidad científica y la sociedad civil? Y, sobre todo, ¿Qué papel deben jugar los ciudadanos en las decisiones que afectan directamente la salud pública y el medio ambiente?